Entonces, arrancaba el conector del teléfono y lo pegaba al modem. Abría la ventana de conexión, colocaba el número de la central, mi usuario y la contraseña. A continuación era obligatorio escuchar los ruidos retorcidos de la central respondiendo a la solicitud, me parecía que viajaba en una nave interestelar a una dimensión desconocida. Era obligatorio porque a veces la conexión fallaba y no escuchar esos tonos tan inconfundibles era toda una frustración.
Eran tiempos divertidos: una época en que bajar una canción era toda una proeza, ya ni se diga ver un video (en malísima calidad). La mayoría de los sitios básicamente eran letras sobre un fondo, y si no terminabas de leer había que guardarlos en Favoritos para continuar al día siguiente. O esperar las actualizaciones (que en realidad eran ediciones directamente en el archivo, al código HTML) de los portales que solían mantenernos informados sobre los temas de interés.
Los GIF animados, los fondos negros y las letras verdes, los chats con texto plano, servidores FTP, el mIRC y un mundo que ya me encantaba por parecer ilimitado pero que era minúsculo si lo comparamos con lo que tenemos en la actualidad.
Fuente: Marcianosmx
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