El caso es que para el ciudadano mexicano promedio, si puede pasar por encima de alguien, siempre y cuando no haya nadie viéndolo, inevitablemente lo hará. Una de las costumbres ampliamente extendidas de esos seguidores de “el que no tranza no avanza” es enfrentar esas largas filas en los hospitales públicos con el único fin de pedir un justificante médico para faltar al trabajo. Un amigo que trabaja en el sector salud, alguna vez me contó que cuando ve a un sujeto fingiendo una enfermedad amenaza con hacerles una colonoscopia, un remedio perfecto para quitarse de encima a los huevones compulsivos. Pero, ¿cómo le hacían en el antiguo Egipto? ¿Los trabajadores de las pirámides podían justificar su falta al trabajo?
Nos centraremos, por su control y detalle, en los trabajadores de las pirámides. Pero antes me gustaría aclarar que según los últimos hallazgos, estos hombres no estaban esclavizados como suelen sugerir algunas películas de Hollywood, sino que al contrario: eran bien alimentados, estaban organizados y, además, eran completamente libres. Se organizaban en grupos de 40 o 60 hombres que podían incrementarse en momentos puntuales por “necesidades del servicio”, dirigidos cada uno por un capataz y bajo la supervisión de un escribano.
Este último sujeto, además de supervisar, también tenía a su cargo funciones administrativas pues debía manejar los papiros de la contabilidad. Se encargaba de anotar el progreso de los trabajadores, el material necesario y lo que se estaba utilizando, así como también las ausencias de los trabajadores y los motivos correspondientes. Dentro de las causas aceptadas como justificaciones para faltar al trabajo estaban:
- Embalsamar a un ser querido.
- Picadura de escorpión.
- Fabricar cerveza para una celebración.
- Embriaguez
- Haber recibido una paliza de la mujer en una discusión conyugal.
Y, aunque nos parezca sorprendente, estos hombres tenían más días de descanso que nosotros: la coronación y deceso de un faraón, los aniversarios correspondientes, las celebraciones religiosas, las inundaciones del Nilo, los epagómenos (los cinco días agregados al ciclo de 360 días para completar el año solar de 365 días de los egipcios). E inclusive en la época de Ramsés III (1198 – 1166 a.C.) se puede rastrear el primer registró de una acción sindical en masa, sí, una huelga. Según el papiro conservado por el Museo Egipcio de Turín las huelgas surgieron debido al atraso de las comidas que formaban parte del salario de los trabajadores.
Los trabajadores ya tenían más de veinte días sin recibir su sustento porque el gobernador de Tebas oriental y sus seguidores habían interceptado el envío. Cuatro meses después, el conflicto se reavivó. La entrega de los alimentos volvió a demorarse, esta ocasión durante dieciocho días, y los trabajadores se vieron obligados a reclamar lo que les pertenecía, pero recibieron cargas insuficientes. Por este motivo abandonaron el trabajo y se dirigieron al templo de Tutmosis III en Medinet Habu, donde presentaron sus inconformidades, exigiendo que el propio faraón fuera informado y se proclamara al respecto:
“Llegamos hasta el punto de venir hasta aquí debido al hambre y la sed, por la falta de ropa, de pescado, de hortalizas. Escriban al Faraón, nuestro buen señor, y escriban al visir, nuestro superior. Hágales saber para que podamos vivir con dignidad”.
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