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Manos blancas no ofenden, un símbolo del machismo histórico

Publicado por Unknown el domingo, 31 de agosto de 2014 | 11:02 a.m.

La Historia recordará a Francisco Tadeo Calomarde por ser uno de los más despreciables políticos, quien no tuvo reparo alguno para alcanzar el éxito y sus objetivos personales a base de traicionar, especular, engañar, zancadillear al prójimo e incluso contrayendo matrimonio con una mujer a la que no amaba y detestaba profundamente tan solo por escalar social y políticamente.

A este singular personaje se le ha dedicado todo tipo de adjetivos y casi ninguno que favoreciera su figura o labor como hombre de Estado.

Supo posicionarse adecuadamente cerca de otro de los más ineptos y nefastos estadistas que ha dado la Historia de España: Fernando VII, conocido popularmente como el ‘Rey Felón’ y quien llevó al país a uno de los momentos más oscuros y funestos.

Entre los muchos episodios protagonizados Francisco Tadeo,  en la época en la que era el titular del todopoderoso Ministerio de Gracia y Justicia, destaca el que protagonizó, el 22 de septiembre de 1832, junto a la Infanta Luisa Carlota de Borbón, hermana de la reina consorte María Cristina y, por lo tanto, cuñada de Fernando VII.

Fue durante los días en los que el monarca cayó gravemente enfermo y debía dejar arreglado todo el asunto de su sucesión para que, tal y como se había planeado un par de años antes, su hija Isabel fuese la heredera del Trono de España, recogido en la Pragmática Sanción de 1830.

Tadeo Calomarde no era partidario de que una mujer fuese nombrada reina, posicionándose a favor de que la sucesión fuese a parar al infante Carlos María Isidro, hermano del rey, por lo que, aprovechándose de la gran confianza que tenía puesta en él, durante la enfermedad del monarca convenció a éste para que derogase la pragmática.

El rey hizo caso a su hombre de confianza y volvió a poner en vigor la  Ley Sálica, por la cual ninguna mujer podía heredar el trono siempre que hubiese otros miembros varones en la familia real, por lo que el gran beneficiado pasaba a ser el hermano del rey el infante Carlos.
Fue en ese momento en el que se protagonizó la anécdota que pasaría a la historia y originaría la popularización de la expresión ‘Manos blancas no ofenden’.

Al igual que el ministro, Luisa Carlota también fue conocida por su inagotable ambición pero al contrario que Tadeo Calomarde todo lo que la Infanta codiciaba era para dejar bien situados a los miembros de su familia (hijos, sobrinas…), por lo que al enterarse que éste había influido en el cambio de decisión de su cuñado en cuanto a la sucesión del trono citó al político y le pidió explicaciones al respecto.

 El ministro Tadeo Calomarde, además de todos los defectos anteriormente mencionados, poseía un marcado carácter chulesco además de un irremediable machismo y una acentuada misoginia, por lo que al acudir a la citación de la infanta le mostró con una total arrogancia y satisfacción el documento que había logrado que firmase el rey.

Luisa Carlota entró en cólera, arrebató el documento de las manos del ministro y lo lanzó al fuego. Tadeo Calomarde se precipitó rápidamente para recuperarlo de las llamas, momento en el que la infanta le propinó dos sonoras bofetadas que hicieron enmudecer a todos los testigos que allí estaban presentes y observaban la dantesca escena.


Fue en ese preciso instante cuando Francisco Tadeo Calomarde retomó su compostura, alzó con orgullo indiferente su cabeza y dijo pausadamente: ‘Señora, manos blancas no ofenden’, un acto más en el que demostraba su desmesurado machismo, falta de respeto por la infanta, sobre todo por la condición de mujer de ésta.

Cabe destacar que la inmensa mayoría de historiadores coinciden en advertir que fue en ese preciso instante donde se hizo popular dicha frase al vincularse para siempre a esta anécdota histórica, pero como expresión ésta ya existía y era utilizada (aunque no con la popularidad que después tomó) desde dos siglos antes, ya que la misma formaba parte y era el título de una comedia (‘Las manos blancas no ofenden’) escrita en 1640 por uno de los autores más insignes del Siglo de Oro español,  Pedro Calderón de la Barca.

Desde entonces, la expresión ‘Manos blancas no ofenden’ se ha utilizado para indicar que una ofensa o maltrato de una mujer hacia un hombre no hiere el orgullo ni honor del varón, siendo criticada su utilización por el alto componente misógino y machista de la misma.

Y retomando la historia, no puedo finalizar el post sin indicar que tras ese lamentable episodio y una vez recuperado Fernando VII de su enfermedad, el rey fue convencido por su esposa, su cuñada y otros miembros cercanos para que volviera a poner en vigor la Pragmática Sanción que facultaba a su hija Isabel como heredera al trono dando origen a las Guerras Carlistas. También decidió deshacerse políticamente de Tadeo Calomarde, ya que éste se había convertido en un incomodo estorbo en la Corte, siendo desterrado por un tiempo a sus posesiones de la provincia de Teruel.




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