La ciencia se propuso estudiar esta cuestión una vez más, comparando la felicidad proveniente de la adquisición de bienes materiales contra aquella que viene de las experiencias – aprendizaje, viajes, tiempo con la familia y amigos, por ejemplo. Entonces, ahora tenemos una respuesta a la pregunta: ¿es más feliz quien se va de compras o quien viaja?
El Dr. Thomas Gilovich, psicólogo y profesor de la Cornell University, en los Estados Unidos, estudió y acompañó a personas después de la compra de algo grande, que los hacía felices, y concluyó que los bienes materiales traen felicidad, pero solamente por un periodo limitado de tiempo. “Uno de los enemigos de la felicidad es la capacidad de adaptación. Compramos cosas para estar felices, y lo logramos. Pero solamente durante algún tiempo. Los nuevos artículos son emocionantes al principio, pero luego nos adaptamos a ellos“, explicó en una entrevista a Fast Co.
Según el investigador, nuestras experiencias dicen más sobre nosotros mismos que las cosas que compramos. “Somos la suma total de nuestras experiencias”, afirma. Otra ventaja de las experiencias en relación a los bienes materiales sería la posibilidad de compartirlas con otras personas. Es decir, se cumple la máxima de que la felicidad solo es real cuando es compartida. Gilovich hace hincapié en el hecho de que es más fácil conectarnos con las personas debido a la experiencias que por bienes materiales en común – ¿o acaso has hecho amistad con alguien porqué tenía un modelo de teléfono celular igual al tuyo? La inversión en nuevas experiencias, según el psicólogo, resulta buena hasta cuando son malas. Después de todo, no existen malas experiencias, sino buenas historias para contar.
Quien parte de esta misma línea de pensamiento es el director Roko Belic, responsable por el documental Happy (“Feliz”, en español). En el video, se dispone a conocer las culturas más diversas del mundo en un intento por descubrir los motivos de la felicidad genuina – y, puedes estar seguro, no hay un carro nuevo que arranque tantas sonrisas como un viaje con los amigos, un atardecer con la persona que se ama o un almuerzo en domingo en casa de la abuela.
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